viernes, 23 de marzo de 2007

Teología y liberación

No dejaré de admirar a los sacerdotes adscritos a la corriente llamada de la Teología de la Liberación. Su disciplina rigurosa hacia la jerarquía eclesiástica dependiente de un colectivo corrompido como el que anida en el Vaticano es, de alguna manera, humillante.

Personas inteligentes doblegadas, desautorizadas y represaliadas por una organización criminal que, como la Iglesia Católica, prohíbe el uso de los métodos anticonceptivos más eficaces. Métodos diseñados, en un comienzo, para la planificación familiar y, el condón, en particular, como una de las mayores defensas contra la proliferación de muchas enfermdades venéreas, víricas y de destrucción, éstas sí, masivas.

África y Sudamérica se agotan en una sangría inútil, fruto de la política vaticanista de exterminio. Es indecente esta actitud de la jerarquía católica ante una línea de pensamiento de teólogos como Jon Sobrino. Autor de textos y reflexiones con una fuerza ética que supera de largo el ámbito de los fieles y que es recomendable para cualquier lector inteligente.

Estos días, en Menorca, he tenido la oportunidad de charlar sobre el tema con Manolo Bonet, un Padre Blanco, misionero en la región de Binde, en el nordeste de Ghana, hace ya 34 años... Casi ná. Me confesó su situación de crisis y de tristeza. Me explicó el porqué de la poligamia, ya que cuando una mujer pare un hijo debe entregarsele como madre y amamantarle durante 18 meses para completar el ciclo nutricional. Si durante este período, su marido la manda por leña o realiza algún sobreesfuerzo físico puede llegar a perder la leche y debilitar el crecimiento de su hijo, poniendo así en peligro la supervivencia del clan. Por ello, el marido debe encontrar otra mujer para cubrir las necesidades naturales del hombre y asegurar el ciclo reproductivo. Cuestión de vida o muerte.

El Vaticano está demasiado cegado por el cumplimiento de sus dogmas para abrir, como mínimo, una línea de reflexión...

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