domingo, 4 de enero de 2009

Algunos, todavía, esperamos que nos llame para decir que es una broma...



Casavella se ha ido. Sin decírselo a nadie. Eso creo. ¡Qué cabrón! Dicen las noticias que un familiar cercano se lo ha encontrado muerto sin conocerse todavía las causas. Paro cardíaco, dicen. Perogrullada.

Estuvo con la Canalla Condal desde que se pensaba. Acudía periódicamente a la barra de La Rambla, para iniciar un paseo por los infiernos que tropezaba con la luz blanca de las mañanas de espanto. Conversador inteligente e inenteligible, ¡vocaliza, tío!

Exigía por dignidad el respeto de los editores. Como cuando a Bryce Echenique, que debía presentarle un libro en la Feria de Madrid, le dio un achaque y el editor de turno no se lo comunicó hasta la víspera: “Búscate tú mismo alguien que pueda hablar de tu libro”, le dijo. Y le propuso poetas malditos, cantautores siniestros… Por inercia, Casavella echó mano de agenda y amiguetes hasta que de repente, “¡joder!” Cayó en la cuenta. “Respeto, ostias, respeto”. Y se fue a buscar al editor que estaba cenando en familia para decirle que no, que le dejaba plantado y que no se iba a Madrid en calidad de chicharelo al servicio de un negocio que no era el suyo. “Casavella, tú sabrás lo que haces”, fue lo más convincente que se le ocurrió al editor de turno. En bandeja. “Exactamente, eso mismo, que no me esperes en Madrid”, y se volvió a la barra de La Rambla, a lamerse las heridas y transmutarse en un demonio.

Escritor de método discutible, su cabeza no paraba de funcionar. Hasta que ayer se la paró el corazón, dicen. “Siempre estoy trabajando”, decía, e hizo suyo lo de “por eso la inspiración siempre me pilla trabajando”. Perogrullada.

A temporadas huía. Sus plazos de entrega se lo requerían. Se encerraba a escribir, lejos de la ciudad y de sus infernales secuencias de barras y mañanas sin sosiego. Y su editor de turno pagaba, y sus lectores lo celebraban.

Puto paro cardíaco. Maldita interrupción. Para el que no conozca lo escrito deja páginas para leer, historias por descubrir, personajes con los que jugar. “Salgo de una caverna y entro en la siguiente” dice uno de ellos en su última y laureada novela.

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