viernes, 9 de mayo de 2008

Llega la noche



Noche de viento y llovizna. Insomnio insalvable. Tormenta contenida. Cambio de luna, talvez. Mareas intangibles. La oscuridad no basta para aquietar la inquietud. El silencio es denso como el vendaval que resopla. Las ramas cimbrean bajo su pesada carga de primavera y el cielo rojizo del puerto anuncia una mañana gris y hostil.

El sol se ha asomado unos días creando una ilusión veraniega. Cálida sonrisa materna, abrazo amoroso. La mar sigue fría engañando al bañista con su aspecto de piscina. Son las medusas invasoras y los restos de naufragios los que delatan en la playa agresivas marejadas, allá, mar adentro... Se ensaña el universo contra el placer del sosiego.

Los campos esperan el envite de fuego. Las bestias pacientes en sus refugios esperan. Saben estar aunque no entienden. Arbustos y flores conocen su momento y crecen y estallan e inventan paisajes. Esto es, se entretienen. Tan solo el insomnio se debate y vence. Rompe su ciclo inoportunamente.

Y la mar ruge y los vientos arrasan, y la lluvia es granizo y el cielo es ceniza. Devastación sin tregua. Castigo sin perdón. Prólogo apocalíptico de un día sin sol.

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