
En Menorca somos los primeros españolitos en ver salir el sol. Rodeados de agua por todos lados menos por uno, el cielo, los artistas con cierta ambición dan el salto a la Península persiguiendo la normalidad creativa y el éxito en plazas compartidas como Barcelona, Valencia o Madrid. El artista isleño pierde rápidamente su personalidad y su subjetividad que se diluyen a manos de productores que entienden muy poco de carácter y mucho de porcentajes, nada de calidad y demasiado de adicciones. La creación no es reconocida si no vuelve de lejos.
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